La más grande astucia del Demonio consiste en convencernos de que no existe. El hombre actual piensa que la creencia en el diablo era una superstición de la Edad Media, afortunadamente ya superada, con que la Iglesia asustaba a los creyentes amenazándolos con el Infierno. Se dice que una persona culta, con madurez cientifica y hasta religiosa, no puede seguir creyendo en esas cosas.
Y sin embargo, al mismo tiempo, paradójicamente, como una oleada oscura, aparecen por todo el mundo en pleno siglo XXI, cultos satánicos siempre vinculados con el desenfreno sexual y con crimenes horrendos.
Parecería que el hombre hastiado de bienestar, insatisfecho de tanto placer, buscara en las experiencias satánicas una liberación de todas las reglas morales, experimentando a toda costa emociones nuevas, entregando su alma a Satanás.
Por desgracia, Satán existe y busca adeptos para frustrar en ellos el plan que Dios tiene para nosotros.