Es curioso como nuestro pueblo menciona al diablo frecuentemente, se mofa de él, lo caricaturiza, lo actúa en las pastorelas y hasta lo invoca, pero sin embargo evade la idea de que el infirno existía en realidad.
Vivimos tan metidos en el día presente, tan embebidos en las cosas temporales, que no pensamos en serio en la otra vida. Ni deseamos el Cielo, ni tememos al Infierno. ¡Cómo si no existieran, siendo como son el inevitable fin último de nuestras existencias!.
Repugna pensar en un lugar o un estado de terribles sufrimientos eternos. Con esquemas muy de este mundo, no cencebimos cosa tal. No comprendemos ni la eternidad ni el sufrimiento de los condenados.
Pero el Infierno es, por desgracia una realidad y una realidad pavorosa, que más nos vale tenerla presente mientras actuamos en esta vida.